Los datos de la Agencia Tributaria reflejan por un lado la “normalización” del mercado inmobiliario en España tras la borrachera de la burbuja. El gasto en vivienda nueva supone en la actualidad el 2% del PIB, frente al 9% (84.890 millones) registrado en 2006. Por otro lado, estas cifras también recuerdan que, quien necesita comprar una casa, difícilmente lo puede hacer al tipo de interés que ofrecen los bancos para sus hipotecas.

Durante la etapa de la burbuja inmobiliaria, que arrancó a finales de los 90 y tuvo su máxima expansión en la pasada década, el Estado recaudó miles de millones gracias a los tributos derivados de la compra de vivienda nueva. Algo que explica por qué se dejó crecer al monstruo aún ha sabiendas de que iba a acabar por devorar la economía del país. La crisis, el exceso de ‘stock’ de vivienda usada, y también unos consumidores más críticos y responsables han devuelto la compra de vivienda a niveles pre-burbuja.

Pero no hay que olvidar que tras este dato están también miles de consumidores que siguen sin poder acceder a una vivienda debido a las leoninas y vergonzantes condiciones a las que los bancos han ofrecido y ofrecen sus hipotecas, y contra las que lucha ADICAE a través de su Plataforma Hipotecaria. Cláusulas suelo que han hecho pagar a los consumidores una media de alrededor de 1.500 euros de más al año por sus hipotecas, y tipos de interés que, a pesar del sobresaturado parque inmobiliario, se mantienen con diferenciales sobre el Euribor del 3% y que incluso llegan a tener tipos fijos de más del 8%.

Recientemente se ha visto como el banco malo, Sareb, adjudica en condiciones ventajosas la venta de viviendas a fondos de inversión internacionales para que especulen con las casas que lastraban los balances de los bancos nacionalizados o con ayudas. ¿Para cuando condiciones dignas para los consumidores?