
El último Índice de Precios al Consumo registrado por el Instituto Nacional de Estadística recoge unos datos tremendamente preocupantes para el ya de por sí depauperado bolsillo de los consumidores. A los precios en constante aumento tanto de las gasolinas como de la vivienda y los servicios masivos tipo luz o telefonía, se está uniendo un fenómeno que los expertos denominan «bienes Giffen», y que aparece como una de las paradojas más curiosas y, al tiempo, inquietantes dentro de la ley de la oferta y la demanda. El resumen es éste: la cesta más básica de la compra, los alimentos ‘refugio’ más baratos, están sufriendo incrementos de precio que pueden llegar hasta el 30% en algunos casos.
Patatas, un 31% más caras en un año. Aceite y frutas, un 25% más caras. El pollo y el cerdo, un 3% más caros, con oscilaciones tremendas casi de una semana a otra. La leche, un 4% más cara. Parecido ocurre con el pan, el arroz o la pasta… Son los alimentos que sostienen la dieta de la crisis, la mesa de un porcentaje cada vez mayor de los consumidores españoles, que recurren a estos alimentos ‘refugio’ para poder ajustar sus cuentas mensuales en un periodo de descenso de ingresos.
Este incremento en la demanda de estos bienes está ocasionando un aumento automático de su precio, trasladado inmediatamente al consumidor por parte de las comercializadoras, especialmente las grandes superficies. Pero, como todavía siguen siendo más baratos que otros alimentos como las carnes rojas, el pescado o muchas verduras, los consumidores siguen aumentando la demanda y cerrando un círculo vicioso que los expertos prevén que provoque nuevas subidas de precios.
Qué hacer
Esto es, los consumidores están gastando cada vez más dinero en su «dieta de guerra» pero, a cambio, no pueden disponer de alternativas más baratas que aseguren el mínimo nutritivo de la pasta, el arroz, la patata y el pollo. Bajan las carnes rojas, el cordero un 7% en lo que va de año y la ternera un 2%. Bajan los pescados, un 2%. Van bajando los huevos y los productos lácteos, un 3% desde enero. Y las verduras y hortalizas están iniciando un desplome que las ha llevado a perder un 13% de precio en este 2013.
Así que no parece que haya muchas alternativas para poder optimizar la cesta de la compra de las familias, sobre todo aquellas con más dificultades económicas. Pero no es exactamente así. En estos momentos, lo que es más aconsejable es perder más tiempo elaborando la cesta de la compra, comparar precios y cantidades entre toda la oferta disponible, y no depender de un solo comercializador, de un solo supermercado, para comprar. Se están detectando diferencias de precio de más del 10% entre cadenas de distribución por el mismo producto.
Y se están detectando variaciones prácticamente diarias en el precio de los alimentos, de tal manera que se puede prever qué días determinados bienes están algo más baratos, para aprovecharlos y ahorrar dinero. Frutas y verduras de temporada, ofertas de dos por uno, compras a determinadas horas, confianza con el tendero del barrio para obtener descuentos o minimizarle stock… Son pequeños trucos basados en un principio clave, invertir más tiempo en la planificación de la compra, diversificando los establecimientos a los que acudir. Al menos, hasta que termine esta fastidiosa crisis.







