
Primero vinieron a por los judíos, pero como yo no era judío, no me gustaba pero me callé. Así sucedió tristemente en la Alemania de los años 30 y puede suceder en pleno siglo XXI ante los problemas económicos, sociales y políticos en España.
Empezaron viniendo a por los que no podían pagar la hipoteca. Les echaron de sus casas. Lo dice un juez con la fuerza de una patada en la puerta. Aunque me repugna una ley sin escrúpulos, como yo podía pagar la mía, no me comprometí lo suficiente con la marea ciudadana de indignación que se levantó en su apoyo. Y ahora soy yo quien tiene problemas para pagar la hipoteca.
Después vinieron a por los de las “cláusulas suelo” en sus hipotecas. “Sólo son 4 millones” dijeron “y es por su seguridad” decía la Banca. A mi me parecía que les robaban de 2.000 a 3.000 años al año, “total nada en estos tiempos de crisis”. Pero yo no tenía cláusula suelo. Era un premio, como si me tocara todos los meses el cupón de la ONCE. Sentí pena por las familias apuradas por esta injusticia, y aunque salieron a la calle, yo me quedé en mi casa satisfecho con la “suerte” de mi hipoteca.
También salieron a la calle los estafados por la “filatelia”. Eran como bancos que ahorraban con sellos y arte. A los gobiernos no les pareció mal. Y hasta el rey aparecía en las fotos con los dueños de Forum y Afinsa. ¡Salía tan guapo como en los sellos! Muchos perdieron los ahorros de toda su vida. Ahora, y después de 7 años ni la justicia ni el gobierno les ofrece una solución. Pero yo no les presté atención. Como no eran mis ahorros, pensé incluso que tenía razón la televisión y el gobierno al responsabilizarles por su error.
También vinieron otros que acusaban a la banca de haber vendido productos tóxicos, pero no me preocupé por lo que les pasaba, con esos nombres exóticos: preferentes, subordinada, bonos… Y así sucesivamente.
Empezaron luego a acosarnos los “monopolios”. La electricidad nos deslumbraba con facturas abusivas; en las telecomunicaciones empezaron a saturarnos de gastos y comisiones. Todos empezaron a arramblar con lo poco que nos quedaba ya en los bolsillos. Y aunque me agobian un poco la subida de la luz y los líos con la telefonía, prefería pagar para no discutir. “Es mejor dejarlo como está”, ese era mi lema para ser feliz y dormir a pierna suelta.
Pero luego me enteré de que mi hijo está a punto de perder su vivienda. El banco la va a embargar porque se ha quedado en el paro. Después, me enteré que muchos de mis vecinos tenían sus ahorros en Forum, Afinsa, Arte y Naturaleza, en “preferentes”, en “deuda subordinada”, tenían “cláusulas suelo”… Pero ya era tarde porque a mis hijos, a mis cuñados, ya les habían engañado y yo no quise enterarme.
Y ahora quieren venir a por mi casa
“¡Hay que rescatar a la banca!”- dicen unos; “¡hemos vivido por encima de nuestras posibilidades!”- argumentan otros; “¡Haber leído antes la letra pequeña!”- me dicen los del banco”…. La letra pequeña. No, no la había leído. Tampoco la entendí cuando lo hice, pero me dijeron en el banco: “Su futuro está garantizado, su hipoteca sólo le dará satisfacción…”. Sonaba bien. Como las promesas electorales. Por eso les creí. Tantos años confiando en ellos. La firmé. Ahora entiendo que muchos de mis vecinos tampoco debieron leerla. Ni entenderla. Debieron confiar en quienes habían confiado toda la vida. Como el Notario que leyó mi hipoteca. Él tampoco debió entenderla.
Seguramente también a todos ellos les dijeron que su futuro estaba seguro en sus manos. Les creímos. Claro, el Banco de España y la CNMV, no iban a permitir que nos hicieran eso: ¿somos un equipo, verdad? Como nuestra selección de futbol. Debe ser eso que llaman la “Marca España”.
Ahora sé que hay una organización que estaba allí desde el principio. Con sus socios, con sus voluntarios, sus plataformas… ADICAE estaba plantando cara, queriendo negociar con la banca; haciendo propuestas a los políticos a los que yo votaba porque sus eslóganes sonaban tan bonitos como la publicidad… “Nuestros derechos” decían siempre en lo mítines… Ahora no les creo.
“¡Si en vez de10.000 fuéramos 500.000 nunca nos habrían engañado!” tenía razón ADICAE. Pueden contar conmigo. No voy a dejar que vengan más a por nosotros. No vamos a permitirlo. Nunca es tarde si la fuerza es grande. Por eso ahora digo: “¡Yo sí me sumo a la marea de los consumidores!”
Manuel Pardos es Presidente de ADICAE y miembro del Consejo de Consumidores y Usuarios y del Comité Consultivo de la CNMV







