
Los vientos de cambio políticos que se habían atisbado desde las elecciones Europeas de 2014 han degenerado en un espectáculo insulso que ha frenado las expectativas de cambio que se habían generado en nuestro país. A este fenómeno mediático, que pone el foco de atención en los aspectos más frívolos de los candidatos electorales, hay que añadir la deriva hacia un cuatripartidismo que no colma las expectativas de cambio y pretende sustituir al caduco bipartidismo por un régimen que deje todo prácticamente como está. En esa dialéctica entre la vieja política (representada por los partidos tradicionales) y la nueva, se corre el riesgo de que las modernas vías de participación y las renovadas propuestas se queden en mero formalismo que perpetúe las pautas políticas de siempre, y todo quede en mero cambio cosmético. Read More