El objetivo fundamental de este tipo de consumo es la sostenibilidad, es decir, que los recursos que vayan a ser utilizados por la gente nunca sean más de los necesarios e imprescindibles para que a la vez cada individuo respete su entorno ambiental y tenga la posibilidad de vivir sin contratiempos o problemas de consumo.

Las principales dificultades que frecuentemente plantea el desarrollo de esta forma de consumo son las modificaciones en las formas y hábitos de los consumidores. El reto de una Asociación de Consumidores como ADICAE, que aboga por consumidores críticos, responsables y solidarios es que los consumidores den el paso definitivo para empezar a consumir de una forma totalmente diferente, un consumo sostenible que tenga en cuenta el ahorro de dinero, de tiempo y de energía y que el gasto quede limitado a las necesidades fundamentales de la existencia de cada uno.

El cambio en los hábitos de consumo no se va a producir de un día para otro. Pero con información, formación y constancia es posible, ya que son los componentes indispensables para que el consumidor adquiera no sólo confianza a la hora de realizar sus compras o contrataciones sino también para que comprenda que forma parte de un mundo que debe ser respetado para que las futuras generaciones puedan disfrutar de las mismas circunstancias ventajosas (luz, agua potable, transportes, etc..) que las que vivimos hoy en día.

 Claves para un consumo sostenible 

¿Qué cambios hay que realizar en la forma de consumir para lograr un mundo más sostenible? A continuación se señalan algunos buenos ejemplos que pueden seguir los consumidores:

Todo producto susceptible de reciclaje debe ser tratado como tal y el consumidor debe ayudar a que se complete dicho proceso, separando sus residuos adecuadamente.

Elegir productos que en su fabricación no se hubiere contaminado el medio ambiente.

Tener en cuenta que los productos adquiridos también pueden producir efectos nocivos para el entorno en el que vivimos. Ante la duda de elegir entre un producto u otro de precios similares, no sólo debemos pensar en su calidad sino también en cómo repercute en la naturaleza.

Intentar dejar el automóvil en casa y usar medios de transporte menos contaminantes.

Consumir preferiblemente “productos de temporada”. Esto evitará que se promueva la demanda de productos exportados desde otras zonas del mundo y se produzca una mayor contaminación por emisiones de Co2 debido a las largas distancias recorridas.

No se debe promover la sobreexplotación de recursos. No comprar vegetales y animales protegidos ayudará a que puedan cumplir su ciclo biológico y evitar así su desaparición.

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 Claves para conseguir un consumo responsable 

Concienciarse de lo que es una necesidad básica para uno, desear un producto no significa que lo necesitemos. Hay que valorar sus ventajas e inconvenientes: Si el precio que vamos a pagar por él lo merece, qué utilidad le vamos a dar, cuánto nos va a durar,… Son preguntas que debemos hacernos para analizar si ese producto es una necesidad o un capricho del que podemos prescindir.

Antes de comprar o contratar un producto o servicio siempre se debe comparar con otros que ofrezcan más o menos lo mismo. El ahorro puede ser importante si se hace un buen análisis comparando ofertas. Hay que saber apreciar las diferencias (calidad, servicios adicionales, durabilidad) entre las ofertas para observar que los precios se ajustan a lo que vende cada empresa.

Si se puede evitar intermediarios en las compras no sólo se ahorrará dinero sino que se estará ayudando a la subsistencia del negocio del productor. No sólo se debe mirar la calidad del producto sino también las condiciones en las que se realizan los objetos que compramos. La globalización ha creado un espacio comercial donde muchas multinacionales escapan a la defensa de los derechos humanos. Por tanto si el consumidor tiene constancia de que una empresa no los está cumpliendo, tanto en España como en otro país, le pueden surgir cuestiones éticas a la hora de consumir estos productos debido a esta vulneración.

En cualquier caso, para que se cambien determinados hábitos de consumo sólo se podrá conseguir a través de medios en los que los consumidores tengan pleno conocimiento de su poder para influir en el comportamiento de las empresas que le prestan servicios.

El Consumo Responsable no sólo conlleva practicarlo sino también promoverlo. Difundir que otros se animen a llevarlo a la práctica debe ser prioritario para toda aquella persona que esté convencida de sus beneficios y ventajas, para que más gente puedan ser partícipes del consumo sostenible.

Después de comprar un producto ayudemos a que éste pueda cumplir con su duración estimada. Un correcto mantenimiento puede hacer que aparatos electrónicos, por ejemplo, tengan un vida útil más extensa a la indicada en el comercio en el cual los compramos. Es importante incidir en la búsqueda de la eficiencia. Si sabemos que algo que nos ofrecen no nos va a ser útil, sea por nuestras circunstancias personales o porque no vamos a dedicarle el tiempo necesario al producto o servicio ofertado, es mejor no comprarlo.

 Hacia un nuevo modelo de consumo 

La combinación de ideas que defienden un consumo sostenible vinculado al medio ambiente y otras que defienden la racionalización de los recursos y mecanismos al alcance de los consumidores para alcanzar cotas de progreso que no sólo se limiten al presente, sino que tengan una perspectiva clara de futuro, componen un sendero vital que lleve a las personas a ser más conscientes de sí mismas y caer en la cuenta que sus actos consumeristas repercuten en otros consumidores y en el mundo que los rodea.

Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad ha sido el del despilfarro. Grandes gastos para obras que no llegaban a realizar la función para las que habían sido construidas. Solicitudes de préstamos concedidas, que difícilmente podían ser desembolsadas si de verdad se valoraran las consecuencias futuras. Compras e inversiones que no se necesitaban pero que se acabaron realizando por jugosos intereses.

No se supo decir “basta” a tiempo, pero aún se puede enmendar el error. Los consumidores tienen que decidir si quieren economizar los recursos a su disposición para lograr la sostenibilidad requerida por la Tierra y por las necesidades básicas de la población humana que vive en ella o seguir viviendo como hasta ahora, maximizando los recursos y consumiendo de forma desenfrenada sin pensar en el mañana. La elección que sea tomada será la que definirá el futuro y todos los consumidores tenemos en nuestra mano la clave que nos conducirá a uno u otro camino.

Un cambio de hábitos de consumo no es cuestión de días sino de años, pero si no comenzamos a interiorizar el cambio, éste cada vez estará más lejano y la oportunidad de crear un mundo sostenible cada vez será más pequeña. Aunque lleve tiempo, las modificaciones en las formas de consumir pondrán a prueba al consumidor en el día a día y éste acabará viendo resultados, aunque no sea de forma inmediata.

Los efectos finales sobre el consumidor conllevarán una vida más saludable, más práctica, con más ahorro, con menos conflictos y sobre todo con más percepción de uno mismo como consumidor, que es responsable de sus actos, crítico con los negocios y ofertas que le son planteados, y solidario con aquellas personas que no han tenido información o formación necesaria para hacer frente a las compañías que le ofertan los servicios o productos mediante estafas o abusos.

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