Consumir ya no es lo que era. ¿Necesita desplazarse por trabajo u ocio? Una de dos, o se compra un coche o viaja en transporte público. Pero ahora hay una tercera alternativa: se pone en contacto con un partícular que vaya a realizar ese mismo trayecto con su vehículo y, a cambio de la suma que acuerden, comparten coche hasta el destino. Lo puede hacer gracias a plataformas como la popular Blablacar, que conecta conductores con pasajeros. Como esta, hay otras páginas que permiten desde tener alojamiento en vacaciones al clásico trueque.
Hay que tener en cuenta que estas plataformas, en su mayoría, no se hacen responsables de los problemas que puedan surgir. Las páginas web indican que su función solo es poner en contacto a particulares, y es en ese ámbito en el que cualquier conflicto ha de resolverse. Por tanto, están fuera de la legislación de protección al consumidor. Sin embargo, el consumidor sí puede exigir que estas plataformas, si se lucran de algún modo, ofrezcan una información fiable.
Viajar compartiendo gastos
El caso de Blablacar es uno de los más conocidos. Esta web, nacida en Francia y con voluntad de negocio, es el mayor exponente del llamado ‘carpooling’, esto es, compartir vehículo y los gastos para abaratar el desplazamiento. Una fórmula a la que se han apuntado 700.000 usuarios en toda Europa, y de momento gratuita en España. El plan de futuro de esta empresa pasa por trasladar a España un modelo de pago, mediante el que Blablacar se quedaría con un 10% de la transacción (si esta se produce por adelantado dentro de su propia web).
Con un funcionamiento aparentemente similar, pero ceñido al ámbito urbano, se presenta Uber. Esta empresa ofrece el servicio UberPop, por el cual cualquier conductor, aprobado previamente por la compañía, puede ofrecer su vehículo particular a través de esta plataforma. En realidad, aquí no se trata de compartir gastos y abaratar el desplazamiento, sino de hacer la competencia al taxi tradicional. Por eso los taxistas de Barcelona y Madrid están en pie de guerra contra esta aplicación y, tal como ya ha contado La economía de los consumidores, el Ministerio de Fomento ha lanzado un comunicado recordando que este tipo de servicios debe cumplir la ley.
Intercambio internacional de sofás
Para los que quieren viajar más lejos, de momento no hay una plataforma para compartir aviones… Pero sí para intercambiar alojamiento. Es el ‘coachsurfing’, una red internacional en la que los usuarios ponen su sofá a disposición de los viajeros sin ninguna prestación a cambio, y a su vez pueden solicitar a participantes de otras ciudades que les hagan un hueco en su casa. La transformación de la web Coachsurfing.org en una empresa con ánimo de lucro ha hecho que muchos usuarios se hayan fijado en alternativas con las mismas funciones, como la organización BeWelcome.
Turismo acompañado y compartido
Una vez instalados en el destino, quizás queramos conocer la ciudad mejor. También para esto se puede recurrir al consumo colaborativo. La web Nomaders pone en contacto a viajeros con lo que denomina ‘héroes locales’, personas que se ofrecen para ejercer de guías en sus ciudades, enseñándolas desde el punto de vista de quien vive ahí habitualmente. El aliciente es conocer nueva gente y hacer contactos en el extranjero, aunque también se sugiere la posibilidad de que estos anfitriones ocasionales cobren alguna cantidad. Conviene asegurarse de las condiciones para que no haya malentendidos.
Regalar, cambiar, dejar…
No solo las personas viajan, también las cosas. Páginas como PiggyBee sirven para enviar paquetes aprovechando el desplazamiento de algún particular. A cambio, el usuario puede ofrecer al ‘transportista’ desde alojamiento a una invitación a comer, aunque también cabe negociar una remuneración económica por el servicio.
El consumo colaborativo alcanza a sectores de lo más variado, incluso a la literatura. El ‘bookcrossing’ consiste en ‘liberar’ libros en espacios públicos, para que cualquier interesado pueda llevárselo, leerlo, y volver a ‘soltarlo’ para que continúe la cadena. Además del aliciente de disfrutar de una buena lectura, la plataforma on-line de esta iniciativa permite hacer seguimiento de los ejemplares, de manera que se puede ver qué camino va siguiendo cada volumen y en manos de quién acaba.
Hay otras plataformas menos específicas, pero igualmente útiles para darle una segunda vida a los productos que ya no usamos. Páginas web como Telodejo o Nolotiro sirven para que los usuarios se den o cedan desde espacio en un garaje a ropa de segunda mano. También el las redes sociales se han creado grupos de reciclaje de objetos o de intercambio centrados en las más diversas temáticas, desde cómics hasta discos.