Según el Banco de España, el volumen de créditos del sistema financiero suma, hasta junio pasado, 1,79 billones de euros, con una caída de un 1,9% sobre junio de 2010, mientras que las dotaciones específicas realizadas por la Banca (destinadas a cubrir pérdidas conocidas o identificadas) totalizan 46.000 millones de euros, un 24,2% más que en junio de 2010. Esa desproporción entre créditos y préstamos concedidos (-1,9%) y dotaciones realizadas (+24,2%) refleja claramente el parapeto en el que se han atrincherado bancos y cajas de ahorros al dejar de lado su función principal, invertir en el sistema productivo y de consumo del país.
Se puede pensar que esta cicatera política de la Banca es producto de la crisis coyuntural de la economía española y de las nuevas necesidades de capital que tiene el sistema bancario por los test de estrés y las nuevas exigencias dictadas por el Ministerio de Economía, pero, de nuevo, los datos contradicen ese argumento.
Según las cifras hasta junio pasado del Banco de España, la Banca tenía un volumen de provisiones específicas que sumaba 46.000 millones de euros, casi 2,5 veces más que en 2008, el año en que empezó la crisis. En estos tres años y medio, los bancos, las cajas y las entidades financieras han provisionado más de 7.760 millones de euros. De hecho, entre junio de 2010 y junio de 2011, esa cifra fue de 8.965 millones de euros.
Este drenaje de fondos financieros está teniendo su consecuencia en la economía española. De hecho, el comercio cayó un 5,6% de julio de 2010 a julio pasado. Algo similar ha pasado con las personas inscritas en la Seguridad Social, cuyo número se ha reducido un 1,2% también en ese periodo.
Todos estos datos, que no animan al optimismo, hacen pensar en que los bancos y las cajas están ‘sobrereaccionando’ a la situación de la crisis, al riesgo que dicen percibir ahora en el mercado y a sus propias necesidades de capital. De hecho, el propio Banco de España en su último boletín ha puesto el dedo en la llaga al afirmar que el flujo de crédito es escaso. Según el organismo, si se redujera un punto el tipo de interés que fija el Banco Central Europeo, las personas hipotecadas podrían elevar su nivel de consumo en un 3%.
