Casi tres años han pasado desde que el BBVA abriese la veda de las emisiones de preferentes. Desde entonces muchas otras entidades se han subido a este atractivo carro para la Banca –la última que lo hizo a gran escala fue Banca Cívica-. Son un producto complejo y de alto riesgo en el que las cajas de ahorros tienen mucho que decir ya que, no en vano, antes de finalizar su proceso de reordenación, mantenían en sus balances 14.900 millones de euros en participaciones preferentes.

Se trata de productos financieros adquiridos a perpetuidad. Al igual que las acciones, otorgan derechos económicos ya que se obtiene parte de los dividendos de la entidad, se obtienen beneficios dados por la diferencia entre el precio de compra y el de venta –valorización- en el momento de vender y, también, derecho a comprar nuevas participaciones. Sin embargo se diferencian de las acciones en que no se puede participar ni votar en la asamblea general de accionistas, ni revisar los libros de la sociedad.

Las participaciones preferentes no tienen una fecha de vencimiento prefijada. Expiran cuando la entidad lo desea –si es que quiere que expiren-, una vez pasados cinco años de su adquisición aunque para que el contrato quede extinguido el Banco de España debe dar su visto bueno. Es decir, el cliente no sabe cuánto tiempo va a tener en su poder dichas participaciones ya que la entidad que las emite no tiene obligación de recomprar el capital en una fecha determinada.

 Puede que ni se abone el interés 

Las participaciones preferentes se compran y venden en el mercado de renta fija AIAF en el que, como en todos los mercados, varían los precios. Su rentabilidad está ligada a los resultados de cada entidad y a su situación económica, lo que implica que hay una posibilidad de que los ahorradores se queden sin beneficios y que, a su vez, estas participaciones pierdan valor con el tiempo.

Si se produjera un caso de insolvencia por parte de la entidad bancaria este producto se sitúa, en el orden de recuperación, por detrás de los acreedores comunes y subordinados, por delante de las acciones ordinarias –o cuotas participativas en el caso de las cajas- y al mismo nivel que el resto de participaciones preferentes emitidas por la entidad. Es decir, que quien tuviera dichas participaciones en su poder sería el penúltimo en cobrar.

Las nuevas exigencias de Basilea III han eliminado el único atractivo que tenían las preferentes: el cobro del cupón. Si la entidad que las comercializa o el Banco de España consideran que la situación financiera de la entidad emisora no es propicia, pueden optar por no abonar el interés pese a registrar beneficios. En definitiva: son un chollo… para bancos y cajas de ahorros.

Abrir chat
1
💬 Consulta tus dudas de consumo
Escanea el código
Hola👋
Si tienes cualquier consulta o duda sobre consumo puedes hacerla por aquí