¿Lo hacemos? Ya en 2010, al comienzo de la crisis, la cantidad de fruta consumida por persona se quedó en 77 kilos, esto es, apenas 210 gramos por persona al día, menos de la mitad de lo recomendado; nuestros hábitos ya habían cambiado, la fruta ocupaba cada vez menos hueco en nuestro menú. Pero resulta que cinco años después, con la crisis en plena efervescencia, el consumo de fruta aún es menor; la encuesta de Presupuestos Familiares del INE lo estima en apenas 71 kilos por persona en 2014, 195 gramos al día. Una pieza de fruta. Si se puede.

En este sentido, entre 2008 y 2014 el consumo de cítricos y plátanos, especialmente en temporada, aguanta el tipo (entendido como un descenso de consumo menor de un 10%), mientras que frutas como las manzanas o las peras, de fuerte tradición en buena parte de España, han reducido su consumo total un 25% desde el inicio de la crisis.

La situación con respecto a la verdura no es mucho mejor. Los expertos recomiendan al menos medio kilo de verduras y hortalizas todos los días. Esto es, al menos 180 kilos de verdura al año por persona. No llegamos ni de lejos. Ni en 2010, cuando el consumo por persona se quedó en menos de 50 kilos, ni por supuesto en 2014, cuando ese consumo por persona se quedó en poco más de 48 kilos. Los españoles consumimos, de media, 130 gramos de verdura y hortaliza cada día. Esto es, entre ensaladas, judías verdes, coles, acelgas, pimientos, guisantes, calabacín y berenjena, purés… 130 gramos al día. Cuestión de tiempo, y de dinero también.

En este sentido, las verduras de tallo y hoja se llevan la peor parte. Espárragos, apio, acelga, espinacas… La cantidad consumida por hogar ha caído un 20% desde que comenzó la crisis económica. Aguantan algo mejor las hortalizas de fruto, tomates, berenjenas, calabacines… cuyo consumo ha aumentado un 4%, más o menos el mismo porcentaje que ha descendido el consumo de verduras congeladas. A nivel global, mal dato, eso sí, con la esperanza de que las hortalizas de temporada parece que ayudan al menos a no desterrar la verdura de nuestro menú.
Comemos la mitad de fruta y verdura de la que necesitaríamos para una dieta saludable

Leche aguada 

Los hogares españoles consumen un 25% menos de leche entera desde el año 2008, y el aumento del consumo de desnatadas y semidesnatadas, apenas un 5%, no compensa ni el dato anterior ni la reducción de otro 20% adicional en el consumo de yogures y leches fermentadas. Con los huevos, por cierto, pasa algo diferente. Ha bajado su consumo, sí, pero de una manera mucho menos acusada.

Sin embargo, es en los lácteos donde el efecto directo de la crisis económica se observa con más transparencia. La leche no precisa elaboración, los lácteos vienen cocinados y elaborados, listos para comer y beber. Beber leche y comer lácteos no es cuestión de tiempo, sino de dinero. Y el descenso en el consumo de productos lácteos entre los consumidores españoles es dramático.

En el año 2008 cada español bebió 80,5 litros de leche y comió 26 kilos de lácteos. No llega al medio litro de leche diaria recomendada por los expertos, pero suponía una cantidad adecuada y equilibrada, alrededor de un vaso de leche al día y un trozo de queso, o un yogur… En 2014, en pleno tsunami financiero, el consumo de leche se redujo a 73 litros por persona, casi un 10% menos. Y el de lácteos, otro tanto, baja a 23 kilos al año.

 El peso de la carne y el pescado 

Cuando hablamos de dieta saludable solemos prestar poca atención a la ingesta de proteína, otorgamos un matiz despectivo a las carnes y sus derivados, pensamos que mediterráneo es casi sinónimo de vegetal, y no es así. La dieta mediterránea es, sobre todo, una dieta variada, que incluye esa filosofía del comer de todo en cantidades moderadas.

Y ese todo incluye carne, el otro de los grandes artículos alimentarios cuyo consumo se ha visto altamente afectado por la evolución de la crisis. El propio Instituto Nacional de Estadística reconoce que casi un tercio de las familias españolas no puede comer carne, de ningún tipo, al menos una vez cada dos días; ésta es la cantidad recomendada por Sanidad, alrededor de medio kilo de carne a la semana por persona. 15 millones de españoles no llegan a ello.

Y otros muchos han visto cómo su dieta de carnes ha menguado ostensiblemente. En 2008 cada español se comió cerca de 57 kilos de carne, alrededor de 155 gramos cada día, un filete de ternera o dos de pechugas de pollo. En 2014 este consumo medio de carne ha bajado un diez por ciento, se queda en 52 kilos por persona, 140 gramos al día.

Desglosado por tipos de carne, se ve que el pollo sostiene la proteína animal en España. Más de la mitad de la carne que se come aquí es de ave, y su consumo por hogar desde la crisis sólo cae un 1%. No ocurre lo mismo con el resto de carnes; porcino, ternera, cordero… En todas ellas la cantidad consumida ha caído más de un 25% en seis años.

El panorama en cuanto al pescado es idéntico. Se recomienda medio kilo de pescado a la semana; en 2008 el consumo medio calculado por el INE se quedaba en 350 gramos, y en 2014 se ha reducido a apenas 300 gramos a la semana. Entre frescos y congelados, la cantidad de pescados que se come cada hogar español es un 20% inferior a la que se servía en 2008.
Mantenemos a duras penas la ingesta de fruta y verdura, y nos vemos obligados a reducir carnes y pescados. Y son las partes más vulnerables de la sociedad los que más problemas están teniendo para nutrirse en condiciones

 Pan, pasta, arroz, patatas; la dieta de la crisis
La dieta de la crisis consiste en convertir en ingrediente básico del menú familiar aquel producto que asegure un precio por kilo más económico y sirva, básicamente, para llenar el estómago con menos gasto. Es la consecuencia directa de un hábito que, y así lo reconocen consultoras y expertos en consumo, está ya interiorizado en los hogares españoles desde el inicio de la crisis, y que implica que continúa la tendencia a gastar menos en alimentación.

Cuatro son las columnas fundamentales de esta dieta de la crisis: pan, pasta, arroz y patatas. Y sabemos que son las columnas básicas de esta dieta de la crisis porque su consumo ha permanecido apenas variado desde que comenzó la recesión y hasta ahora. Arroz: seis kilos al año por persona. Pan, entre 45 y 48 kilos persona/año. Pastas, cinco kilos al año. Patatas, entre 28 y 30 kilos por persona al año. Invariablemente, entre 2006, año de bonanza, y 2014, año de supuesta salida de la crisis.

Lo que significa que estos cuatro ingredientes están absolutamente implantados en nuestra dieta cotidiana, son sencillos de encontrar, rápidos de preparar, y con un precio por kilo que sufre fluctuaciones, en buena medida causadas por las malas prácticas especulativas de las multinacionales alimentarias, pero que aún permanece accesible para la gran mayoría de los consumidores.

¿Deben ser tan prioritarios? De arroz comemos, dice el INE, alrededor de 120 gramos semanales, que es algo menos de las dos raciones que recomienda Sanidad. Y de pasta, parecido, 100 gramos a la semana cuando se recomienda alrededor del doble. En el pan y la patata es donde se nos va la cosa un poco de las manos. Prácticamente nos comemos un kilo de pan a la semana, el equivalente a entre tres y cinco barras, una cantidad que muestra hasta qué punto es ingrediente básico de nuestra dieta y cómo está sirviendo de sustituto sobre todo en comidas a horas intermedias en las que se recomienda mejor fruta o algún lácteo.

Si sumamos todos los cereales, estamos por encima de las cuatro raciones recomendadas. Con respecto a la patata, la estadística dice que cada español ingiere algo más de 600 gramos de patatas a la semana, casi cien gramos al día. Carne de pollo, menos legumbre de la debida y alguna fruta de temporada a precio de saldo completan esta dieta de la crisis, un sucedáneo de dieta mediterránea adaptada al depauperado bolsillo de los consumidores, que han perdido un 10% de su renta disponible, de media, desde 2008.
Estamos sustituyendo lácteos y verduras por cereales y pastas, y hemos reducido sobremanera el consumo de carnes y pescados

Conclusiones 

Vemos que las costumbres alimentarias de los consumidores se alejan de lo saludable. Las prácticas oligárquicas de las empresas alimentarias, combinadas con la crisis están ocasionando un efecto pernicioso sobre la dieta de los consumidores. A los que, además, se conquista y atrae con diseño, marketing y control de oferta que les induce a picar con los alimentos menos recomendables, dulces, bollería industrial: Confituras, mermeladas, chocolates, helados… Su consumo ha aumentado en estos años de crisis un 10% por ciento, pasando de diez kilos por persona y año en 2006 a algo más de once kilos en 2014. Aquí no hablamos de tiempo, ni de dinero; éste es el símbolo de un modelo de consumo insostenible. Colorido y envoltorios atrayentes para comer lo máximo posible de aquello que debería ser ocasional en nuestra dieta.

Podemos culpar de esta negativa evolución de nuestros hábitos alimentarios a la crisis o a la falta de tiempo. Datos hemos visto para avalar esta tesis, y debemos ponernos del lado del consumidor para atacar las causas de este problema y proponer soluciones. Pero cuando sustituimos verduras y leche por bollería industrial y chucherías, la solución está en conocer mejor las recomendaciones para una buena dieta, tratar de seguirlas y ser plenamente conscientes de lo que compramos.

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