La rapidez de los avances digitales hace necesaria una normativa que avance de forma simultánea
En los últimos años, la evolución del ámbito de los videojuegos y otros productos interactivos de ocio ha dado lugar a nuevos modelos de negocio que se asemejan a los ofrecidos por la industria del juego de azar en línea. Específicamente, la introducción de mecanismos aleatorios de recompensa, conocidos como cajas botín o «loot boxes», así como el popular modelo «gacha» en los juegos de origen asiático, ha generado confusión al tratar de diferenciar estos sectores.
La consecuencia más seria de los juegos de azar es la aparición, en algunos jugadores, de comportamientos de consumo impulsivos, compulsivos y, en última instancia, patológicos. Esto se debe a la activación psicológica que puede desencadenarse al participar en estas actividades, lo que conlleva graves repercusiones económicas, patrimoniales y emocionales tanto para los individuos afectados como para su entorno personal, social y familiar.
Hoy en día la Organización Mundial de la Salud no considera como ‘trastorno’ la adicción a Internet, al móvil o a las redes sociales. En cambio, es cierto que los estudios recientes demuestran que esto está pasando ya, y que los jóvenes manifiestan roles propios de adicción que llevan a todo tipo de problemas, que es necesario frenar y regular. Los riesgos más destacados del uso indebido de las redes sociales; conducen a un aislamiento social y puede ser una amenaza para la intimidad. Pero también estudios recientes del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad en colaboración con Digital Future Society han demostrado que muchos jóvenes afirman que han recortado el tiempo que pasan con su círculo social de forma presencial para dedicar tiempo a las redes sociales e incluso 4 de cada 10 adolescentes se conectan para no sentirse solos y no son conscientes, por su vulnerabilidad, a las amenazas a las que se exponen.
Esta situación lleva a la bajada del rendimiento académico y a una menor productividad en el trabajo, así como la presencia de comportamientos adictivos, obsesión por determinados cánones estéticos, o el síndrome MOFO (miedo a perderse algo de las redes) que les obliga a estar conectados a todas horas en detrimento de toda actividad física. Otros estudios, además, han asociado el uso de las redes sociales a menores niveles de autoestima y mayores niveles de depresión, ansiedad, sensación de soledad y problemas mentales en general.
Una de las problemáticas más destacadas del diseño de las plataformas digitales hoy en día, y especialmente las redes sociales, es su funcionamiento interno, el cual se basa en buscar una interacción continua entre usuario y plataforma. Tal y como han confirmado algunas de las personas responsables de las principales redes sociales, el algoritmo que utilizan persigue que los usuarios gasten el mayor tiempo posible en su plataforma. Motivo por el que se premia aquellas publicaciones cuyo contenido busque retener al espectador hasta el consumo total de lo que se muestra en la pantalla, o contenidos banales que buscan, por ejemplo, generar el máximo número de comentarios.
Otro aspecto que incide en la captación continua de los usuarios en las redes sociales es la implantación del scroll infinito, haciendo que la plataforma se convierta en una web sin fin donde muestra sus contenidos o productos sin necesidad de que el consumidor tenga que detenerse, ni tan siquiera, para cambiar de página, entrando en una espiral infinita. Además, su diseño está pensado para que sea adictivo, ofreciendo vídeos a los que se enlaza con la reproducción automática de su contenido, lo que puede hacer que el consumidor se vea envuelto en una información que no ha buscado. Como último aspecto podemos destacar la perfilación que llevan a cabo estas plataformas de los usuarios que participan en ellas. Generan datos de gran valor para empresas de marketing con los que conseguir información de las personas sobre su sexo, edad, situación personal, gustos, preferencias… De esta manera los anuncios van dirigidos a sus clientes potenciales.
En cuanto a su regulación, el Reglamento (UE) 2022/2065 del Parlamento Europeo y del Consejo de 19 de octubre de 2022 relativo a un mercado único de servicios digitales y por el que se modifica la Directiva 2000/31/CE (Reglamento de Servicios Digitales) tiene como objetivo “contribuir al correcto funcionamiento del mercado interior de servicios intermediarios estableciendo normas armonizadas para crear un entorno en línea seguro, predecible y fiable que facilite la innovación y en el que se protejan efectivamente los derechos fundamentales amparados por la Carta, incluido el principio de protección de los consumidores.” En él se avanza para garantizar un marco regulatorio coherente.
También a nivel europeo, desde el pasado día 25 de agosto de 2023, todas las compañías que ofrezcan servicios en línea están obligadas a seguir la nueva regulación, la Ley de Servicios Digitales (DSA), dentro del territorio comunitario. En cumplimiento de esta normativa, las plataformas deberán identificar a cada empresa que venda productos o servicios en su soporte. Esta medida tiene como objetivo principal combatir el comercio deshonesto, proteger a los consumidores de productos ilegales o arriesgados, y proporcionar información clara sobre los vendedores.
En ADICAE instamos al nuevo ejecutivo a que transponga el contenido de la normativa comunitaria y establezca una regulación a nivel nacional que proporcione entornos digitales seguros para los consumidores, con especial atención a los colectivos vulnerables como pueden ser los menores de edad.