Durante la crisis, los consumidores han adoptado actitudes más racionales: ahorro, consumo con más criterio, mejor administración de su presupuesto…
Se ha aprendido a consumir mejor, primer paso para un nuevo modelo económico más justo. Pero las grandes empresas y la banca juegan sus bazas, y los abusos en productos y servicios financieros y en grandes asuntos de consumo están generando una situación difícilmente sostenible. Frente a esto, la participación y unión de los consumidores se presenta como el mejor cauce para hacer valer sus derechos ante instituciones y empresas y lograr así cambios reales y profundos.
Los mismos que provocaron la crisis y se beneficiaron de ella parecen querer olvidar rápidamente que todos estos años en los que los consumidores han sufrido problemas de endeudamiento o se han visto afectados por fraudes financieros masivos o han pagado precios abusivos por la luz, también han servido para crear un nuevo modelo de consumo, más crítico y racional.
Estas nuevas formas de consumir son resultado de la capacidad de adaptación de los consumidores al complejo y cambiante panorama económico y social actual. La llamada “deflación” junto a otros fenómenos como la concentración bancaria o los oligopolios en sectores como la energía y las telecomunicaciones, continúan a la orden del día y se refuerzan, lo que plantea nuevos retos como consumidores. Los grandes sectores empresariales buscan volver al modelo anterior a la crisis. Por eso, los consumidores han de ser activos, aprovechar la experiencia adquirida y plantar cara a estos intereses para ser el motor de un cambio a mejor de sus derechos y de su calidad de vida.